Cerro Áspero para unos, o Pueblo Escondido para otros.
Un lugar imponente que merece ser descubierto.
Una historia cautivante que merece ser conocida.
Por eso, tomate tu tiempo para leer éste informe: vale la pena...
No hace falta mucho dinero, ni demasiado tiempo, ni un equipo especial. Pero es indispensable cargar una mochila de expectativas, muchas ganas, y partir decidido hacia donde el diablo perdió el poncho.
Y ésa será la cararterística predominante de la travesía: calma, tranquilidad,nada de reloj ni de agendas comprometidas. La locura cotidiana queda en la ruta asfaltada; de allí en más, y por raro que parezca en este mundo tan loco, el silencio gana la partida.
Los cerros no sólo crecen alrededor, también se multiplican: Subir y bajar, una curva, después la otra, piedras y piedrones, con cuidado. De pronto un mar de montañas cerca los pintorescos vallecitos, apretándolos.
No se ve a nadie, salvo cabras, ovejas, algunas vacas y unos caballos.
El sol se hace fuerte en su guarida. El camino viene alto y cada vez más
escarpado, se nota el esfuerzo. De pronto, el camino dobla un recodo y
enfila hacia abajo: al fondo del cañadón, a unos 400 mts de profundidad, se ve la lengua fina y dorada de un río, una arboleda, galpones, unas casitas y los imponentes caracoles como una gigantesca cicatríz en la montaña... ¡ un pueblo en la inmensa soledad serrana !
Allá lejos y hace tiempo:
El complejo del Cerro Áspero comenzó a funcionar como un establecimiento de explotación minera a fines del siglo XIX, cuando un grupo de técnicos italianos localizaron una riquísima veta de wolfram en la Sierra de los Comechingones (en el sur de Córdoba). Los italianos extraían un mineral, el tungnsteno. Con él hacían aleaciones de acero con otros minerales, como el molibdeno.
El mineral extraído de la montaña siempre estuvo ligado a la guerra, ya que se lo utilizaba para la fabricación de insumos para cañones.
Ya en el siglo XX y con la Primera Guerra Mundial, pasó a manos de los
alemanes en la década del ´20, hasta que finalmente en la década del ´30 se instalaron los ingleses impulsados por la demanda de ese mineral para su equipamiento bélico para la Segunda Guerra Mundial. Fueron precisamente ellos los que hicieron las inversiones para diseñar el pueblo allí, al pie del Cerro Áspero, dispuestos a explotar el metal que, por ser resistente a la fricción en caliente, era por demás apto para la industria bélica, a la que estaba destinado.
Desde una lomada, la casa del administrador (o chalet del jefe) domina las construcciones al pie: las habitaciones para albergar al personal jerarquizado, las habitaciones de los capataces e ingenieros, el almacén de repuestos, el comedor, las dependencias administrativas, la enfermería y la peluquería.
A un costado, la parte industrial donde se procesaba el mineral, con galpones, usina (con la cual generaban energía), planta de tratamiento, trituradoras, zarandas y piletas de decantación, hasta donde llegaba el wolfram tras recorrer 2100 mts por cable carril.
Y junto a todo ésto, la cantina, el lugar en el que los mineros dejaban parte de su sueldo, acorde al típico sistema de explotación inglés.
Cruzando el río estan las barracas en donde se alojaban los obreros que
llegaban sin sus familias, un bloque de dormitorios contiguos, en dos plantas.
En la misma margen, pero separados por un arroyo, las ínfimas viviendas
familiares: una pieza de escasa ventilación y una cocinita adosada a la
entrada. Vivieron allí, en las épocas de mayor producción, entre cuatrocientas y quinientas personas estables. En el sector se instalaron también la panadería, el matadero, el polvorín y las caballerizas.
Aislados, rotando sin cesar en los turnos de trabajo, los que estaban solos
veían a la familia muy de vez en cuando. Tal vez se les alegró un poco la vida cuando -en 1943- cayó un grupo de locos lindos para filmar "Oro en la mano", una película que dirigió el chileno Adelqui Millar. El guión de un español, Villegas López, ambientaba en el recóndito lugar la historia de un triángulo amoroso: un médico radicado en la mina se enamoraba de la esposa de un minero, ¡ qué tal !
Como buen pueblo abandonado, también tiene su historia sobre fantasmas.
Algo que también es digno de recordar tiene que ver con algunas historias mentadas por la gente de La Cruz, las que hablaban de un resplandor nocturno visible cincuenta kilómetros a la redonda. Porque más allá de la imaginación popular, un dato es irrefutable: en las décadas del 30 y 40, cuando muchos cordobeses andaban con velas, el Cerro Áspero tenía luz eléctrica. Una obra descomunal en los dominios absolutos del silencio y la soledad.
Las guerras de Corea y Vietnam también recibieron el tungsteno extraído del Cerro Áspero, ya en manos de empresarios argentinos.
En 1969 se produce el cierre definitivo de la mina, motivado en que otros
países bajaron los precios internacionales del mineral. Sobrevino el olvido.
Desde ese momento, la pujante mina se transformó en un pueblo fantasma, al cual solamente llegaban ciclistas o caminantes avezados.
La nueva vida:
El establecimiento minero del Co. Áspero quedó abandonado durante 25 años aproximadamente, hasta que en los ´90 Carlos Serra (actual propietario del complejo) comenzó a refaccionar, de a poco, algunas de las instalaciones del complejo para convertir al silencioso pueblo en un tentador destino para los amantes del turismo de aventura.
Edición y readaptación del texto: Daniel Cecchini.
Fuentes consultadas:
Revista "Aquí Vivimos", Córdoba (Enero 1997).
Diario "PUNTAL", Río Cuarto (Cba.) - (16 Febrero 1997).
Diario "LA VOZ DEL INTERIOR" (Cba.) - (23 Mayo 1999).
Cerro Ãspero: un poco de historia....
- Hernan Jose Lovera
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