ME PRESENTO
- Luiggi MDQ
- Suzukero Fanático !!!
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- Eduardo (El Poyo)
- Nuevo Suzukero !
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cómo me rescataron????
El Chango resultó llamarse Andrés Castillo y tenía mas o menos 30 años, y su convite era la única opción razonable, a menos que prefiriésemos pasar la noche dentro de un vehículo inclinado, en medio de la Salina.
De modo que pusimos algunas cosas en un bolso y cerramos nuestra GV ( con alarma ¡ que pavos!!!) . Las mujeres fueron a la cabina y nosotros dos subimos a la caja con los dos acompañantes de Andrés.
Nos acomodamos sobre un colchón que habían cargado junto con las palas, maderas y sogas y nos tapamos con varias frazadas .
Quién conoce el cielo de la Puna sabe de su impresionante claridad e inmensidad. A esto hay que sumarle una increíble cantidad de estrellas fugaces que desplegaron un espectáculo imposible de narrar. Durante los 45 minutos del recorrido, vimos como las estrellas surcaban el cielo, iluminándolo, a veces estallando y dejando estelas de luz.
Apenas llegamos a Tres Morros, Andrés nos condujo en la oscuridad a una piecita que tenía una mesa, 2 bancos largos y una cocina a leña. Nos dejó en compañía de los 2 hombres que con toda tranquilidad encendieron unas maderitas y pusieron a calentar agua para convidarnos luego de un rato un mate cocido. Nosotros les ofrecimos unas galletitas, cigarrillos y hasta un poco de vino que trajimos de la salina en el bolso. Aceptaron , pero antes de tomar el vino, volcaron un poquito en el piso de tierra. (luego entenderíamos que era una ofrenda a la Pachamama). Queríamos conversar, pero no hablaban, luego de varios intentos nos dijeron que eran mineros de una explotación de bórax, que eran padre e hijo y que se llamaban Raúl y Timoteo.
Al rato volvió Andrés, con un pan casero y nos dijo: - Se que no han cenado, este pan es lo único que tengo ahora. Nos lo dejó y se volvió a ir. Sin saber porque se iba, comimos el pan y seguimos esperando que el tiempo pasara, hasta que al rato, Andrés regresó, - Ya les preparé la habitación. Y nos hizo pasar a una pieza con 5 o 6 camas , que era utilizada por los hijos, que en ese momento no estaban porque dormían en la escuela a la que concurrían en pueblo cercano llamado El Moreno.
Antes de retirarse, nos preguntó si estaba bien que nos llamara a las 7 para ir a buscar la GV.
Nos acomodamos y dormitamos las 4 horas que restaban hasta que sentimos unos golpecitos en la puerta, avisándonos que era la hora de salir. Volvimos a la misma cocinita donde ya estaba listo el mate cocido y el pan casero.
A esa hora recién comenzaba a amanecer y se vislumbraba el perfil del pueblo, volvimos a pechar la Peugeot y salimos rumbo a la Salina.
Cuando bajaron, Andrés nos pregunto si teníamos hojas de coca. Le dimos una bolsita que habíamos comprado en Salta, se retiraron unos metros, uno de ellos hizo un pequeño hoyo en la superficie de la salina y cada cual colocó dentro una hojita de coca. En ese momento Andrés, con una sonrisa y total naturalidad nos dijo – Nosotros le hacemos un homenaje a la Pachamama. No puedo dejar de emocionarme cada vez que recuerdo esa sencilla ceremonia.
Sin ninguna prisa pero sin descansar un segundo, palearon hasta despejar todo el lateral y las ruedas hundidas en la salina. Luego elevaban las ruedas con un pequeño gato y cuando estaban arriba, las calzaban con maderas. Repitieron esto 3 veces con cada rueda, colocaron un tablón para que sirviera de huella y en el primer intento estábamos desenterrados.
Me faltó contar que nuestro aporte fue nulo, nada, bajo cero. Éramos 2 inútiles absolutos fatigados y boqueando por los efectos de la puna. Caminábamos 3 pasos y nos teníamos que sentar.
Para volver a Tres morros, Andrés nos indicó que lo siguiéramos por huellas dentro de la salina, para que pudiéramos ver los campamentos donde extraían sal, varios arroyitos, y algún suri.
Llegamos y vimos el pueblito a plena luz, 6 casitas, la capilla con su campana hecha con restos de una caldera, algún cordero suelto, varios perritos. Nuestras mujeres nos estaban esperando y también conocimos a la mujer de Andrés y a Ronaldo, su hijo menor.
Antes de despedirnos, le pregunté a Andrés cuál era el costo de su rescate y hospedaje, se quedó serio y callado durante un largo rato y me dijo – 80 está bien? ( 80 pesos eran algo así como 25 dólares, un poco más de lo que costaba llenar el tanque de la GV).
Como dice una publicidad: “ ser rescatado de la Salina Grande no tiene precio ”. Multiplicamos varias veces lo que nos dijo, le pedimos permiso para tomar una fotos con su familia y sus compañeros de rescate, anotamos sus datos personales y dejamos los nuestros, ofreciéndoles todo lo que necesitaran de nuestra parte y nos fuimos.
La primera reflexión fue que habíamos sido tocados por una varita mágica, que nos habíamos sacado el premio mayor al tener la oportunidad de disfrutar de esta aventura y conocer a gente tan buena.
El único consejo que me permito darles es: cuando pasen por Tres Morros , paren, saluden a Andrés Castillo y familia y visiten la capillita. ( y si pueden entiérrense en la salina!!!!!!! )
Tiempo después una noche en mi casa en Banfield, suena el teléfono y quedo pasmado. Me llamaba la esposa de Andrés . Luego de los saludos le pregunté si necesitaba algo a lo que me contestó: ¿Podría conseguirme unos libros que necesitan mis hijos en el colegio?. Superado el trance, tomé nota de los 3 libros. Al poco tiempo mandé una encomienda a Tres Morros con lo solicitado y algunas cosas más . El aviso de retorno me llegó como 45 días después!!!!. Poder enviar libros me hizo sentir que seguía bajo los efectos de la misma suerte que me permitió conocer a los Castillo, su pueblito y su lluvia de estrellas.
En el año 2005, en otra travesía, pasé por Tres Morros y puede disfrutar ver a la familia Castillo a pleno ( era un domingo)
Suzukeros:
Espero no haberlos aburrido, narré lo más importante; en el medio hubo situaciones que extenderían demasiado este relato ( como los inútiles esfuerzos por hacer pocitos con las manos , nuestro agotamiento , iluminarnos con una linternita con pilas gastadas, nuestros pensamientos de bichos de ciudad, etc., etc.)
Una vez más, abrazos a todos
Eduardo
De modo que pusimos algunas cosas en un bolso y cerramos nuestra GV ( con alarma ¡ que pavos!!!) . Las mujeres fueron a la cabina y nosotros dos subimos a la caja con los dos acompañantes de Andrés.
Nos acomodamos sobre un colchón que habían cargado junto con las palas, maderas y sogas y nos tapamos con varias frazadas .
Quién conoce el cielo de la Puna sabe de su impresionante claridad e inmensidad. A esto hay que sumarle una increíble cantidad de estrellas fugaces que desplegaron un espectáculo imposible de narrar. Durante los 45 minutos del recorrido, vimos como las estrellas surcaban el cielo, iluminándolo, a veces estallando y dejando estelas de luz.
Apenas llegamos a Tres Morros, Andrés nos condujo en la oscuridad a una piecita que tenía una mesa, 2 bancos largos y una cocina a leña. Nos dejó en compañía de los 2 hombres que con toda tranquilidad encendieron unas maderitas y pusieron a calentar agua para convidarnos luego de un rato un mate cocido. Nosotros les ofrecimos unas galletitas, cigarrillos y hasta un poco de vino que trajimos de la salina en el bolso. Aceptaron , pero antes de tomar el vino, volcaron un poquito en el piso de tierra. (luego entenderíamos que era una ofrenda a la Pachamama). Queríamos conversar, pero no hablaban, luego de varios intentos nos dijeron que eran mineros de una explotación de bórax, que eran padre e hijo y que se llamaban Raúl y Timoteo.
Al rato volvió Andrés, con un pan casero y nos dijo: - Se que no han cenado, este pan es lo único que tengo ahora. Nos lo dejó y se volvió a ir. Sin saber porque se iba, comimos el pan y seguimos esperando que el tiempo pasara, hasta que al rato, Andrés regresó, - Ya les preparé la habitación. Y nos hizo pasar a una pieza con 5 o 6 camas , que era utilizada por los hijos, que en ese momento no estaban porque dormían en la escuela a la que concurrían en pueblo cercano llamado El Moreno.
Antes de retirarse, nos preguntó si estaba bien que nos llamara a las 7 para ir a buscar la GV.
Nos acomodamos y dormitamos las 4 horas que restaban hasta que sentimos unos golpecitos en la puerta, avisándonos que era la hora de salir. Volvimos a la misma cocinita donde ya estaba listo el mate cocido y el pan casero.
A esa hora recién comenzaba a amanecer y se vislumbraba el perfil del pueblo, volvimos a pechar la Peugeot y salimos rumbo a la Salina.
Cuando bajaron, Andrés nos pregunto si teníamos hojas de coca. Le dimos una bolsita que habíamos comprado en Salta, se retiraron unos metros, uno de ellos hizo un pequeño hoyo en la superficie de la salina y cada cual colocó dentro una hojita de coca. En ese momento Andrés, con una sonrisa y total naturalidad nos dijo – Nosotros le hacemos un homenaje a la Pachamama. No puedo dejar de emocionarme cada vez que recuerdo esa sencilla ceremonia.
Sin ninguna prisa pero sin descansar un segundo, palearon hasta despejar todo el lateral y las ruedas hundidas en la salina. Luego elevaban las ruedas con un pequeño gato y cuando estaban arriba, las calzaban con maderas. Repitieron esto 3 veces con cada rueda, colocaron un tablón para que sirviera de huella y en el primer intento estábamos desenterrados.
Me faltó contar que nuestro aporte fue nulo, nada, bajo cero. Éramos 2 inútiles absolutos fatigados y boqueando por los efectos de la puna. Caminábamos 3 pasos y nos teníamos que sentar.
Para volver a Tres morros, Andrés nos indicó que lo siguiéramos por huellas dentro de la salina, para que pudiéramos ver los campamentos donde extraían sal, varios arroyitos, y algún suri.
Llegamos y vimos el pueblito a plena luz, 6 casitas, la capilla con su campana hecha con restos de una caldera, algún cordero suelto, varios perritos. Nuestras mujeres nos estaban esperando y también conocimos a la mujer de Andrés y a Ronaldo, su hijo menor.
Antes de despedirnos, le pregunté a Andrés cuál era el costo de su rescate y hospedaje, se quedó serio y callado durante un largo rato y me dijo – 80 está bien? ( 80 pesos eran algo así como 25 dólares, un poco más de lo que costaba llenar el tanque de la GV).
Como dice una publicidad: “ ser rescatado de la Salina Grande no tiene precio ”. Multiplicamos varias veces lo que nos dijo, le pedimos permiso para tomar una fotos con su familia y sus compañeros de rescate, anotamos sus datos personales y dejamos los nuestros, ofreciéndoles todo lo que necesitaran de nuestra parte y nos fuimos.
La primera reflexión fue que habíamos sido tocados por una varita mágica, que nos habíamos sacado el premio mayor al tener la oportunidad de disfrutar de esta aventura y conocer a gente tan buena.
El único consejo que me permito darles es: cuando pasen por Tres Morros , paren, saluden a Andrés Castillo y familia y visiten la capillita. ( y si pueden entiérrense en la salina!!!!!!! )
Tiempo después una noche en mi casa en Banfield, suena el teléfono y quedo pasmado. Me llamaba la esposa de Andrés . Luego de los saludos le pregunté si necesitaba algo a lo que me contestó: ¿Podría conseguirme unos libros que necesitan mis hijos en el colegio?. Superado el trance, tomé nota de los 3 libros. Al poco tiempo mandé una encomienda a Tres Morros con lo solicitado y algunas cosas más . El aviso de retorno me llegó como 45 días después!!!!. Poder enviar libros me hizo sentir que seguía bajo los efectos de la misma suerte que me permitió conocer a los Castillo, su pueblito y su lluvia de estrellas.
En el año 2005, en otra travesía, pasé por Tres Morros y puede disfrutar ver a la familia Castillo a pleno ( era un domingo)
Suzukeros:
Espero no haberlos aburrido, narré lo más importante; en el medio hubo situaciones que extenderían demasiado este relato ( como los inútiles esfuerzos por hacer pocitos con las manos , nuestro agotamiento , iluminarnos con una linternita con pilas gastadas, nuestros pensamientos de bichos de ciudad, etc., etc.)
Una vez más, abrazos a todos
Eduardo
Loco por el NOA , apasionado, enfermo, descontrolado.
Suplico por mi dósis anual de PUNA
Suplico por mi dósis anual de PUNA
- Eduardo (El Poyo)
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- Registrado: 27 Ene 2009 21:06
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