Esta fiesta es un enorme acontecimiento regional, a la que asiste gente no solo de toda la patagonia, sino también de Chile. Esos días, por ejemplo, Lago Posadas estaba desierto, más de la mitad de la población había asistido al evento.
Los Antiguos bien vale como para quedarse algunos días. Tiene un microclima especial, y en general se puede disfrutar de las playas del Rio Los Antiguos, o de la costanera del Lago Buenos Aires. También se puede cruzar la frontera hasta Chile Chico, y recorrer la Región de Aisen.
Las posibilidades de alojamiento y gastronómicas son de lo más variadas, para satisfacer todos los gustos (y presupuestos). Y si llegan a fines de diciembre, o durante enero, no dejen de darse un atracón con las cerezas de la zona, que se consiguen a precios muy convenientes. Unas cerezas enormes, carnosas, de color púrpura intenso (o pecho de paloma si son esas las que les gustan), dulces y jugosas, que invitan a comerlas hasta no poder más, hasta reventar.
Recomiendo darse una vuelta por la oficina de turismo, donde tienen un folleto muy informativo de la ruta. La Ruta Provincial Nº 41 o el “Camino del Monte Zeballos”, como todas las rutas de Santa Cruz, está en obras, asique es oportuno preguntar por su transitabilidad.
Conviene salir temprano, para poder viajar tranquilo, y disfrutar de cada uno de sus mágicos recodos.
Hay que salir en dirección de Chile Chico, y ni bien se cruza el puente sobre el rio Los Antiguos, se debe girar a la izquierda.
Luego de subir un par de cuestas, se llega al mirador, desde donde se tiene una muy buena vista de Los Antiguos, y del Lago Buenos Aires.

En el mirador, conviene poner el odómetro a cero, para poder ir siguiendo la información del folleto que nos dió la gente de turismo. Ya desde el inicio se puede disfrutar de los magníficos paisajes que nos brinda la región.

La ruta, que serpentea por las laderas, es un ripio suave, la calzada es ancha y está bien mantenida. Las curvas son muchas, pero el viajero las encara con alegría, porque cada vez que gira recibe el premio de una maravillosa postal

Los primeros kilómetros van copiando las laderas, acompañados de la típica vegetación de la estepa patagónica.

En el km 47, se deja atrás el Río Jeinimeni, y se pasa el primer puente que cruza el Río Zeballos.. Los puentes son importantes en esta ruta, cada uno de ellos es como una frontera, un hito que anuncia un cambio. Este marca el comienzo del bosque de lengas y ñires, que en esta zona se alterna con la vegetacion de la estepa.

En el km 55, se cruza el segundo puente, y la ruta cambia y se va transformando en huella, suave y muy transitable, por lo menos cuando no hay barro. Imagino que con lluvia debe ser una pesadilla. Sobre el horizonte, se comienza a ver paisajes de precordillera.

Y el bosque cada vez más marca su presencia

Ya no es una huella incipiente, ahora lo es con toda propiedad, pero no importa, porque el paisaje igual induce a transitar casi a paso de hombre, para no perder detalle.

Las novedades son incesantes, y de cuando en tanto nos sorpenden lagunas, que forman pequeños oasis con la más variada fauna avícola.

En el km 65 se cruza el tercer puente, y el paisaje es ahora árido y desértico


En el km 77 se llega a “El Portezuelo” y es el punto más alto de la travesía, unos 1490 metros. El contraste con el paraíso verde que se deja apenas unos kilómetros atrás es brutal, ahora parece ser otro mundo, como que sin percibirlo cruzamos un portal que nos transportó a un planeta estéril, solo roca y desierto.
El paisaje es de lo más extraño, con formaciones rocosas naturales muy peculiares.

Por la configuración de estas rocas, en 1925 un tal Wolf pensó que eran restos de murallas, y anunció al mundo que había encontrado “Trapalanda”, o la ciudad de oro de “Los Césares”, de la que daban fé de su existencia, entre otros, los náufragos de la expedición del Obispo de Plascensa.
Como algunas fuentes (aunque minoritarias) aseguran que en esta ciudad además se conocía el secreto de la inmortalidad, quizaś valga la pena una caminata de algunos cientos de metros, como para comprobar a propia vista si es que, en una de esas, Wolf tenía razón.
El desierto sigue un par de kilómetros más. Hacia el sur, se dan las primeras vistas del Monte San Lorenzo, el más alto de Santa Cruz. Los ríos y arroyos ahora fluyen hacia el sur.


De a poco el paisaje se va haciendo familiar, y lentamente retorna la estepa. Y cada tanto, el viajero se ve obligado a detenerse, abrumado por las maravillas de la huella, que trepa y gira acompañando la topografía. Es la belleza de las sutilezas de los caminos que abrieron los arrieros de antes, que respetaban el paisaje buscando el abrigo de los montes contra las inclemencias de los vientos.

Y luego de cada curva una nueva postal.


No solo el paisaje cambia, la huella, de a poco, se tranforma otra vez en ruta

Y la cordillera cada vez está mas presente

En el km 99, se llega al cuarto puente. Hacia la derecha, el camino a Paso Roballos, hacia el frente, la continuación de la ruta hacia Lago Posadas. Es un tramo agradable, muy ancho y bien mantenido, con un poco de serrucho de tanto en tanto, que tiene algunos puntos muy característicos, pero que de ninguna manera le hace sombra a la maravilla que acabamos de transitar.