Cuenta la historia que un discípulo, le pidió a su maestro que le mostrara el infierno. Este, abrió una puerta y lo hizo pasar. En el infierno vió gente muy delgada, desprolija, mal vestida, sucia y en un estado de humor muy malo. Observó que todos tenían en sus manos unas cucharas de aproximadamente ochenta centímetros de largo, con las que trataban de alimentarse, hecho que se volvía muy dificultoso.
A continuación, el discípulo le pidió a su maestro que le mostrara el paraíso. El maestro abrió otra puerta y lo hizo pasar. En el paraíso lo primero que observó fue el buen humor, los cuerpos rozagantes, la ropa limpia y la prolijidad del ambiente, pero también observó que, como en el infierno, todos los habitantes del paraíso tenían esas incomodas cucharas con las que se alimentaban. Se detuvo y le preguntó a su maestro el porqué de las diferencias entre ambos lugares, ¿cómo era posible que hubiera tanta diferencia, si tanto en un lado como en el otro, se alimentaban con esas incómodas cucharas?
El maestro le respondió que los habitantes del infierno intentaban comer individualmente y por eso estaban en ese estado, sucios, flacos, desprolijos y malhumorados, ya que era muy difícil alimentarse con esas cucharas. En cambio, los que estaban en el paraíso se alimentaban los unos a los otros.
(Por este medio y a través del espíritu de este cuento, quiero felicitar a todos los que integran y sostienen este sitio, deseando que el mismo continue siendo un "paraiso". Saludos para todos. Miguel)
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