- Te estás volviendo un viejo cagón, te olvidaste cuando en los '80 limpiabas la escarcha en los asientos del bote para salir a pescar de madrugada en Dique La Viña? No te achiques y vamos!" Me dijo.
Y fuimos.
La Duster estaba cargada desde la noche anterior y en este viaje estrenó la calefacción. Ya en la Cuesta del Aguila percibí el camino diferente y lo encaré con segundas largas y terceras controladas. En Potrero de Garay el paisaje se tornó albo y nos faltaba seguir subiendo hacia La Cumbrecita. Con precaución llegamos hasta el camino que abandona el pavimento y cuando pensaba encontrar alivio me sorprendí con un piso de tierra escarchado, resbaladizo y con profundas huellas. Obviamente el auto no está equipado para estas condiciones, solo mi paciencia, experiencia y la insistencia de mi compañera me hicieron llegar al lugar.
Descargamos la vituallas y encendimos el hogar. Estaba próximo el mediodía y a pesar de la actividad no conseguíamos calor, me puse un gorro de lana y muy cercano a las brasas asé tres costeletas que ingerimos casi "vuelta y vuelta" procurando calor inmediato. Cuando el reloj estaba cercano a las 15:00 hs. ya habíamos convenido regresar.
El cielo se había tornado a un gris obscuro, una FM cercana anunciaba temperaturas más bajas que en la mañana.
El retorno no fue fácil y los tres kilómetros que debemos desandar para llegar a la ruta estaban más dificil que en la mañana. La camioneta resbalaba, se cruzaba a pesar de las moderadas maniobras con el volante. En algunos momentos no alcanzaba su tracción delantera para retomar el curso, debía evitar las profundas huellas para no quedar colgado, frenar, reiniciar, evitar el exceso de revoluciones, sufrir callado y sacar los pulgares de los travesaños. En fin, un trayecto de doce minutos se transformó en tres cuartos de hora con el agravante de escuchar a mi esposa diciendo: "Si no hubieras vendido la Grand Vitara..."
La foto que adjunto es de Villa Yacanto, cercana a "el ranchito", ese mismo día.
Cordiales saludos amigos del foro.
